7 feb 2010

27 ene 2010

16 ene 2010

13 dic 2009

17 nov 2009

Ya que Baudelaire era contrario a la fotografía, he pensado que sería interesante hacerle ser el punto de partida de este ejercicio. Estas palabras suyas: ‘Infinitas capas de ideas, imágenes y sentimientos cayeron sucesivamente sobre vuestro cerebro, tan dulcemente como la luz. Pareció que cada una sepultaba la anterior pero, en realidad, ninguna había desaparecido.’ Muy a su pesar supongo, en cierta manera sugieren también el mismo hecho de fotografiar.

Cuando registramos algo, en ese mismo instante en el que la imagen aparece, la realidad desaparece. Esa realidad se registra como un instante, sin embargo, aunque generalmente sea un tiempo imperceptible, siempre es un fragmento del continuo de tiempo, de espacio y de luz en el que estamos. Son capas que se detienen unas encima de otras, a veces incluso atropellándose.

La imagen es una ausencia y una presencia al mismo tiempo y es principalmente, la aparición de una desaparición.


Partiendo del principio de la cámara oscura, se trataría así de contener el afuera, sin prisa, tomando las fotografías con el diafragma más cerrado y exposiciones relativamente largas en las condiciones de luz del otoño y el invierno. Lo que se registre será en gran parte accidental.